Durante la primera década de este siglo, la denominada ‘población adulta’ ha crecido de 3.600 a 4.400 millones de personas. El 50% de la población adulta acapare el 98% de la riqueza del mundo, no nos resulta del todo extraño, que el 10% posea el 83%, sí nos sorprende un poco. Con respecto a la distribución geográfica de la riqueza, lógicamente esta se concentra en las zonas con mayor nivel de desarrollo económico. En Europa encontramos el 32% de la riqueza mundial, en Norteamérica el 31%, y en la cuenca del Pacífico (excluyendo India y China) el 22%. El 15% restante, donde reside el 58% de la población, está dividido entre China (8%), Latinoamérica (4%), India (2%), y África (1%). Por países, destacan Suiza, Noruega, Australia, Singapur y Francia como las cinco naciones con un mayor indicador de riqueza individual. En un segundo nivel, nos encontramos a Estados Unidos, Japón, Reino Unido y Canadá. En cuanto a las naciones donde se observa un mayor incremento de la riqueza durante la pasada década, están Rusia e Indonesia, donde el nivel de riqueza se ha visto multiplicado por cinco. También conviene destacar a países como China, Australia, Nueva Zelanda, Polonia o Rumania, que han visto su riqueza por individuo multiplicarse por tres. En el extremo contrario nos encontramos a países como Argentina o Islandia, donde se observa una disminución del nivel de riqueza de un 30%. Bajo el sistema económico actual es inevitable que haya desigualdades en los ingresos de las personas y de los países. Justo o no la diferencia de ingresos hace a algunos países muy ricos y a otros muy pobres. Así por ejemplo, un ciudadano de Qatar, el país más rico del mundo, gana más de 275 veces lo que gana en promedio un habitante de la República Democrática del Congo. Las 10 naciones más pobres del mundo son todas africanas lo que demuestra la crítica situación que vive el continente y vivirá por lo menos varias décadas más. Mientras que los 10 países más ricos del mundo son de diferentes regiones del mundo.
El más rico, Qatar, La futura sede de la Copa Mundial de Fútbol en
2022, ubicado en Oriente Medio, es el país más rico del mundo gracias a sus
enormes reservas de petróleo y gas. Aunque no es uno de los más desarrollados
pese a ser tan rico, pues tiene enormes problemas, por ejemplo, el no ser una
democracia, no tener libertad de prensa y la violación de los derechos a
mujeres y homosexuales. Se ubica en el puesto 36 del Índice de Desarrollo
Humano. El más pobre, República
Democrática del Congo ubicado en África Central es el país más pobre del mundo
y uno de los menos desarrollados, solo superado en el atraso por Nigeria. Las
constantes guerras, la corrupción y la falta de infraestructuras han impedido
el desarrollo del país africano, a pesar de tener grandes recursos naturales y
de la ayuda internacional.
Las desigualdades en nuestro planeta son abundantes, un dato lo
demuestra: tan sólo el 20% de la población posee el 80% de la riqueza. El 3er
mundo es el conjunto de países menos desarrollados y se sitúan casi todos al
sur del planeta representan el 75% de la población mundial, el grado de
desarrollo es inferior al de los países industrializados del norte. Algunas de sus características comunes
suelen ser el tener una base económica agraria, exportación de materias primas,
una economía endeudada con los países más industrializados y escasa
infraestructura.
Un país desarrollado, en general, es un país que posee tanto un
alto nivel de vida (un alto desarrollo humano) como un gran desarrollo
industrial y comercial. Uno de los indicadores más usados para considerar a un
país como «desarrollado» es el índice de desarrollo humano. Dicho índice toma
en cuenta la riqueza, la educación y la sanidad, otro indicador el cual
predomina frente a la definición de países desarrollados es lo que el Fondo
Monetario Internacional.
En el origen de la plataforma 0,7% y + está la situación de
diferencia e injusticia brutal existente en las relaciones internacionales entre
los países pobres y los países ricos, en un mundo cada vez más
interdependiente. La plataforma del 0,7% y + nace de la constatación de
la situación grave de pobreza, miseria y hambre en la que hoy viven cientos de
millones de personas del planeta, y de la asunción de las responsabilidades que
atañen a nuestros gobiernos, sociedades y a todas nosotras y nosotros en el
mantenimiento de estas situaciones.
La campaña del 0,7% y + tiene como objeto, en primer lugar,
despertar y desarrollar nuestra conciencia solidaria con las poblaciones más
empobrecidas del planeta, y en segundo término, reivindicar ante el Gobierno y
las instituciones el que los presupuestos generales del estado contengan
anualmente una partida equivalente, al menos, al 0,7% del producto interior
bruto (PIB), cuyo destino será la financiación de programas y proyectos de
cooperación al desarrollo y solidaridad con las poblaciones más empobrecidas
del planeta.
La distribución de la
riqueza en el mundo está sujeta a una enorme desigualdad económica entre los
países del Norte y del Sur, entre los países ricos y los países pobres. Los
países del Tercer Mundo sufren una situación de pobreza generalizada que afecta
a los individuos, los grupos sociales y a sus infraestructuras. Esta situación es
la causa de la imposibilidad casi absoluta de que, tanto como individuos y como
grupos, puedan desarrollar sus posibilidades.
Una de las consecuencias
extremas de esta situación injusta es el hambre, que afecta a millones de
personas. El hambre como fenómeno colectivo ha existido siempre. Pero lo
peculiar del hambre de nuestro tiempo es que se concreta en determinados
pueblos y países, como algo endémico y que no se debe, en términos generales, a
catástrofes naturales o guerras, sino que tiene causas políticas y de falta de
solidaridad. Es decir, que es evitable.
En 1960 se estimaba que 40
millones de personas morían como consecuencia del hambre, de las cuales 17 de
millones eran niñas y niños. Hoy en día la situación no ha mejorado
sustancialmente. Con ocasión de la cumbre de la alimentación celebrada en Roma
en 1996, la FAO denunció que hay en el mundo 840 millones de personas que
sufren hambre severa, 200 de ellos niños, mientras que otros varios millones
sufren enfermedades relacionadas con insuficiencias en micronutrientes y con la
contaminación de alimentos y agua. Cada día una de cada cinco personas del
mundo en desarrollo no puede obtener el alimento necesario para cubrir sus
necesidades básicas. Sin embargo, según la FAO, en el mundo hay alimentos suficientes
para todos.
La ONU, en 1961, instó a
las naciones industrializadas a adoptar medidas con objeto de asignar el 1% de
sus ingresos nacionales a la financiación pública y privada de las necesidades del mundo en
desarrollo. Posteriormente este objetivo se modificó y pasó a ser el 1% del PNB
de los países desarrollados, aprobándose al fin por consenso que fuera el 0,7%
del PNB, meta que no ha sido alcanzada por casi ningún país.
Sus reivindicaciones son:
Que las
instituciones del estado, comunidades autónomas y ayuntamientos dediquen
anualmente una partida equivalente, al menos, al 0,7% del PIB a la cooperación
y solidaridad con las poblaciones empobrecidas del planeta.
Que dicho importe se
destine a programas y proyectos de desarrollo, respetuosos con el medio
ambiente, cuyos fines sean la satisfacción de las necesidades básicas
(alimentación, sanidad, educación, infancia, …), el fortalecimiento del tejido
organizativo de la sociedad civil, la potenciación y defensa de los derechos
humanos, de las minorías étnicas y de la mujer y las activididades de educación
al desarrollo y la solidaridad en nuestras sociedades, quedando terminantemente
prohibida su utilización en aquellos otros que, directa o indirectamente, estén
relacionados con fines militares y/o comerciales.
Que se cree un
Consejo Estatal para la Cooperación y la Solidaridad compuesto por
organizaciones no gubernamentales para el desarrollo, organismos de solidaridad
y otros agentes relacionados con la cooperación al desarrollo. Entre sus funciones
estarán las de fijar los criterios y prioridades para la distribución del 0,7%.
Así como el seguimiento de los programas y proyectos financiados. La
transparencia, la racionalidad y el control público serán los principios que
guiarán la gestión de estos fondos.
Que se elabore una
Ley para la Cooperación al Desarrollo que recogerá los principios básicos
anteriormente mencionados, y cuyo fin será el de regular todas las acciones y
programas enmarcados en el ámbito de la cooperación a cargo de fondos públicos.
Los criterios de calidad y transparencia en la cooperación pública regirán este
marco legal, que nunca podrá ser utilizado para fomentar actuaciones que
contengan otros intereses ajenos a la propia cooperación solidaria y
desinteresada, o cuyo fin último no sea el propio desarrollo de los pueblos
empobrecidos y la potenciación de la solidaridad en nuestras sociedades.
La apertura de un
riguroso debate público y social, y que, desde criterios de justicia y
solidaridad, asegure la toma de medidas drásticas y urgentes para solucionar el
creciente empobrecimiento de los pueblos del Sur generado por la Deuda Externa.
El Gobierno Español se comprometerá a defender estos planteamientos en todos
los organismos y foros internacionales.
Las partidas de los
Presupuestos Generales destinadas a actividades y usos militares serán
reducidas sustancialmente de forma progresiva. El importe de esa reducción se
destinará a incrementar la partida de la cooperación al desarrollo y a aquellas
otras relacionadas con fines sociales, tales como prestaciones para desempleo,
bienestar social, medio ambiente, salud y educación.
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